¿Una nueva crisis de la deuda en Sudamérica?

 

En América Latina, los ciclos económicos expansivos y recesivos han tenido una gran vinculación con las subidas y bajadas, respectivamente, del precio de las materias primas. Históricamente, los productos básicos han proporcionado a sus países los mayores ingresos por exportaciones y, excepto México y algunas naciones de Centroamérica, lo siguen haciendo.

En 2017, para Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú y Venezuela, las ventas al exterior de materias primas supusieron un 80% o más de sus ingresos por exportaciones de bienes. En Argentina y Brasil se quedaron en el 71% y 63%, respectivamente. Unas cifras muy superiores al 17%, 26% y 43% de México, Panamá y Costa Rica.

Por tanto, en América Latina existen dos tipos distintos de países. Los que dependen en gran medida de la evolución del precio de los productos básicos y los que lo hacen de EE.UU.

Los primeros son los de América del Sur, los segundos son México y los centroamericanos.

Entre 2003 y 2014, el maná económico cayó sobre América Latina, pues entre dichos años el importe de venta de las materias primas aumentó un 225,4%. Además, entre 2009 y 2014, un elevado volumen de capital extranjero llegó para invertir en empresas, infraestructuras y viviendas. Durante dicho período, también mejoró la capacidad de endeudamiento de las mejores compañías del área y de sus Administraciones Públicas.

El elevado incremento del precio de los productos básicos fue principalmente consecuencia del gran crecimiento económico de China y algunas naciones del sudeste asiático, así como de su gran utilización en las exportaciones de manufactura de dichos países.

La crisis económica y financiera de las naciones desarrolladas de 2008 redujo en los siguientes años las oportunidades de inversión en el Primer Mundo y la demanda de crédito por parte de familias y empresas. La existencia de tipos de interés muy bajos y la compra de deuda por parte de algunos bancos centrales convirtió al dinero en abundante y barato.

Dicha coyuntura incentivó a un gran número de compañías y Administraciones Públicas de América Latina a incrementar sustancialmente su endeudamiento. Las primeras pretendían financiar su expansión, las segundas ofrecer a sus ciudadanos mejores prestaciones sociales, especialmente en los países donde gobernaba un ejecutivo de izquierdas. Todas estaban convencidas de que el boom de las materias primas duraría muchos años más.

No fue así. En 2015, su precio bajó un 31,9% y en los años siguientes nunca volvió a recuperar el importe de 2014. La desaceleración económica de China, una frágil recuperación de la Unión Europea y un moderado crecimiento en EEUU hicieron que la demanda de productos básicos fuera menor de lo esperado. No obstante, el principal motivo lo constituyó un gran incremento de su oferta. Éste fue generado por las cuantiosas inversiones realizadas en los ejercicios anteriores, la aparición de nuevas tecnologías de producción y la aplicación de forma masiva de algunas ya existentes (el fracking).

Ante una peor coyuntura exterior, la mayoría de los países de América del Sur hicieron una política económica continuista. Actuaron como si lo que estaba sucediendo en el exterior casi no tuviera implicaciones para ellos. Pensaban que la caída del importe de venta de las materias primas sería puntual y pronto recuperaría su anterior valor.

En 2019, la guerra comercial entre China y EEUU, junto a la elevada desaceleración del crecimiento económico mundial, ha propinado un duro golpe a los países de América del Sur. El precio de las materias primas, que había subido en 2018 un 28,7% respecto a 2016, ha vuelto a caer y se sitúa en noviembre un 29,7% y un 19,5% por debajo del existente en 2011 (máximo histórico) y 2014, respectivamente.

En la actualidad, muchos de ellos tienen un elevado déficit público, una gran deuda acumulada para los estándares de un país emergente y sus ciudadanos viven bastante o muy por encima de sus posibilidades (déficit en la balanza por cuente corriente).

No obstante, tienen la fortuna de que al ser los tipos de interés muy reducidos en los países desarrollados, no existe ningún atractivo para invertir en ellos en renta fija. Una situación que impide que sean elevados en la mayoría de países de América del Sur, pues su prima de riesgo es inferior a la que sería en una coyuntura financiera normal.

Sin embargo, si el dólar se aprecia sustancialmente respecto a sus monedas y los tipos de interés empiezan a subir en EEUU y la zona euro, la prima de riesgo de algunos de los anteriores países puede dispararse y entrar éstos en una crisis de la deuda similar a la ocurrida durante la década de los 80. También puede llevarles a ésta un elevado incremento de su déficit presupuestario y exterior.

Por tanto, para evitarla, los Ejecutivos deben reducir el gasto público. Cuando lo han hecho, a través de múltiples manifestaciones, los ciudadanos han mostrado su disconformidad. La presión popular lleva a los gobernantes a un dilema: satisfacer los deseos de la población y eliminar los recortes o no hacerles caso, mantener los actuales y establecer otros nuevos.

La primera opción puede hacer que a corto plazo continúen en el poder. No obstante, si no tienen mucha suerte, la caída de sus naciones en un círculo económico vicioso, como el que padece Argentina, les hará perder las próximas elecciones. La segunda, si aguantan el desgaste de las manifestaciones, les impedirá presentarse a un nuevo proceso electoral, pero probablemente eviten que su país entre en una gran y larga crisis y dependa del FMI.

¿Qué escogerán todos? No duden ni un solo segundo. Su supervivencia política, aunque sea por poco tiempo. Desharán los recortes y se encomendarán a la Diosa Fortuna. Su ruego: una gran subida del precio de las materias primas que las vuelva a situar en el nivel de 2014.