El declive económico de Barcelona

 

En materia económica, Cataluña no es un territorio único, sino uno dividido en dos partes: la Región Metropolitana de Barcelona y el resto. La primera es su área más dinámica y próspera. Ocupa aproximadamente el 10% de su superficie, pero supone el 71,5% de su PIB.

El resto tiene una importancia bastante más pequeña. Sin ningún ánimo de menosprecio, el PIB de Tarragona, Girona y Lleida es inferior al de La Coruña, Cádiz y Toledo, respectivamente. Por su nivel de producción, ninguna de las anteriores provincias está entre las diez primeras en el ranking español.

Dicha diferencia hará que la inestabilidad política y el afán de una parte de la sociedad por dar continuidad al procés afecten principalmente a la Región Metropolitana y, en especial, a la ciudad de Barcelona. En los próximos años, siempre y cuando Cataluña no logre la independencia, el declive no será abrupto y claro, sino prolongado, lento y silencioso.

Es el resultado de lo ocurrido desde el referéndum ilegal del 1 de octubre, tal y como lo demuestran una serie de variables posteriormente analizadas. En el pasado año, una etapa en la que economía española estaba en expansión, ninguna de ellas tuvo una mala evolución. No obstante, en casi todas su comportamiento fue peor que el de la media española, cuando en ejercicios anteriores se comportó mejor que ella.

En 2018, el PIB en Cataluña creció 0,3 puntos menos que en España, cuando en 2016 había aumentado 0,3 puntos más. En dos años, pasó de ser la cuarta autonomía con mayor crecimiento económico a la undécima. No obstante, en el último ejercicio siguió creciendo por encima del 2%.

El pasado año, la inversión directa extranjera en el territorio catalán representó el 6,4% de la realizada en el total español, cuando en el ejercicio anterior había supuesto casi el doble (12,4%). Ambos porcentajes fueron inferiores a la media del período 2014-18 (15,9%). A pesar de ello, continuó siendo la segunda autonomía que más flujo inversor recibió y triplicó el importe obtenido por la tercera (el País Vasco con el 2,1%).

En 2018, el número de afiliados a la Seguridad Social en la provincia de Barcelona aumentó el 3,01%, casi igual que en España (3,06%). No obstante, dos años antes, la diferencia fue notable. En la primera demarcación incrementó el 4,03%, mientras que en la segunda solo lo hizo el 3,12%.

El gasto realizado por turistas se divide en dos grandes partidas: el efectuado por los residentes en España y por los que viven en el extranjero. En el último año, los primeros gastaron 4.025 millones de euros en Cataluña, el 8,5% más que en 2016. Un dato aparentemente positivo, que deja de serlo si se observa su evolución en el conjunto del país. Entre los años indicados, el aumento en este fue del 10%.

Los segundos gastaron 20.606 millones de euros en sus viajes y estancia en Cataluña. El 18,9% más que en 2016. Una evolución significativamente mejor que la observada en el conjunto de España, pues en dicha etapa el incremento del gasto en ella se quedó en el 15,7%.

Finalmente, el pasado año las ventas de viviendas en la ciudad de Barcelona bajaron el 10,5%, cuando en el conjunto del país aumentaron el 9,3%. El principal motivo fue la huida de numerosos inversores extranjeros y españoles no catalanes debido a la inestabilidad política​.

La pérdida de vigor económico no afectará por igual a toda la población de la Región Metropolitana. La mayoría de los que tienen en la actualidad más de 50 años, un empleo bien remunerado y relativamente seguro, no verán disminuir significativamente su nivel de vida.

Sin embargo, sí repercutirá sobre muchos de sus hijos. Estos tendrán menos oportunidades de empleo y más dificultades para acceder a buenos salarios, incluso si están muy bien formados. La emigración a Madrid en busca de mejores oportunidades profesionales crecerá en una elevada medida. En cambio, la de los madrileños a Cataluña caerá.

La atracción de talento será mucho más difícil, tanto el nacional como el extranjero. El traslado de los centros de decisión de numerosas importantes empresas a otras localidades, la venta de las principales firmas de capital autóctono y la escasa ambición de muchos emprendedores catalanes, por convertir su start up en una gran compañía, harán que en la Región Metropolitana casi solo existan pymes.

En definitiva, la continuidad del procés hará regresar a Barcelona al pasado. En concreto, a la década de 1980, una etapa en la que era una populosa ciudad de provincias. Su pertenencia a la élite mundial de las grandes urbes durante casi tres décadas únicamente será un recuerdo.

La ciudad se convertirá en un magnífico lugar de residencia para rentistas que han vendido sus empresas. Entre ellos, estará una gran parte de la antaño poderosa burguesía catalana, pero ya no será uno de los mejores lugares para emprender nuevos negocios en el Sur de Europa. Y más que nunca será un parque temático turístico, especialmente destinado a los extranjeros, cuya fidelidad probablemente siga intacta.

Para los que hemos conocido su etapa de esplendor será una capital triste, aunque casi todos los días haga un sol radiante. La culpa la tendrá la oportunidad perdida. En pocos años, pasará de compartir capitalidad económica con Madrid a luchar empresarialmente con Valencia y Málaga, si las tendencias actuales se mantienen.